En los últimos días, la comunidad de Guadalupe Sarabia, ubicada en Tepeyahualco, Puebla, ha guardado un cauteloso silencio tras la trágica explosión de un polvorín durante su fiesta patronal, ocurrida hace siete días. La reticencia de los pobladores a hablar sobre el incidente ha sumido a la localidad en un luto generalizado.

El suceso, que tuvo lugar durante la celebración en honor a la Virgen de Guadalupe, resultó en la pérdida de tres vidas, dos de ellas de forma casi inmediata. Los habitantes, temerosos de atraer la atención de forasteros, optan por mantener en reserva la información que poseen sobre lo ocurrido.
Un residente cercano a la ermita de San Pedro Apóstol, escenario de la festividad, relata que su hogar sufrió graves daños, con numerosas ventanas destrozadas por la explosión. A pesar de la presencia de agentes ministeriales y la atención mediática, algunos habitantes expresan su inconformidad, sugiriendo que la cobertura ha sido parcial y estigmatizante para la comunidad.
Guadalupe Sarabia, con menos de 2,500 habitantes, es una localidad donde todos se conocen, y sus calles son testigos de la solidaridad que surge en momentos difíciles. La zona de la explosión está acordonada, evidenciando trozos de concreto dispersos y restos de la tragedia.
Las autoridades municipales han respondido a la tragedia implementando medidas de seguridad, y se ha sugerido la regulación del uso de pirotecnia en las festividades locales. Los pobladores, lejos de oponerse, proponen soluciones como la sustitución de materiales explosivos y la participación de especialistas en su manejo.
Siguiendo la recomendación del gobernador del estado, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, de regular el uso de pirotecnia en las festividades, la comunidad se une en la búsqueda de un nuevo protocolo que garantice la seguridad en el manejo de explosivos, contribuyendo así a la sanación a corto plazo de las heridas causadas por este trágico incidente.