Cada 14 de febrero, el mundo celebra el Día de San Valentín, una tradición que ha evolucionado desde el martirio de un santo hasta convertirse en un símbolo del amor y las relaciones.
Sin embargo, la historia nos revela que no fue un solo Valentín, sino dos figuras cuyos relatos se entrelazan en la Via Flaminia, en Roma, bajo el imperio de Claudio César.
De acuerdo con Vatican News, el Martirologio Romano menciona a dos San Valentines: uno, sacerdote y mártir, quien tras realizar curaciones milagrosas fue ejecutado por orden del emperador; el otro, un obispo de Terni que, tras soportar torturas, fue decapitado por el prefecto de Roma. La coincidencia de sus historias y la ubicación de su martirio han llevado a la hipótesis de que en realidad se trata de una sola persona, cuyo testimonio de fe y sacrificio trascendió el tiempo.
Fue en la Edad Media cuando los monjes benedictinos llevaron el culto de San Valentín a Francia e Inglaterra, donde la obra Parliament of Fowls, del poeta Geoffrey Chaucer, vinculó esta fecha con la elección de pareja entre las aves, dando origen a la tradición romántica. Desde entonces, el 14 de febrero ha simbolizado el amor y el cortejo, aunque su significado ha cambiado con los siglos.
En la actualidad, el amor parece haber perdido estabilidad. La sociedad contemporánea, definida por el sociólogo Zygmunt Bauman como “modernidad líquida”, se caracteriza por la transitoriedad de los vínculos humanos y la fragilidad de las relaciones. En una era de inmediatez y desapego, donde las redes sociales y aplicaciones fomentan conexiones efímeras, el romanticismo clásico parece desvanecerse ante la falta de compromiso y responsabilidad emocional.
Surfeamos en una sociedad cambiante, incierta y volátil, donde la construcción de un proyecto de vida en pareja o familia se percibe como una trampa o un desafío desalentador. La estabilidad emocional ha sido sustituida por la búsqueda de satisfacción momentánea, dejando de lado los valores que sustentan relaciones duraderas.
Una visión para la familia: el verdadero legado del amor
Más allá del amor romántico, San Valentín también nos invita a reflexionar sobre la importancia de construir una familia con propósito. Mientras el mundo promueve el éxito individual, pocas veces se nos enseña a consolidar relaciones sólidas y un futuro compartido. La familia, más que una casualidad, es un proyecto de vida que deja huella en las generaciones futuras.
En un mundo donde abundan los gurús del fitness y la superación personal, es momento de reivindicar la importancia de aprender a amar y fortalecer los lazos familiares. Al celebrar San Valentín, no solo honremos el amor de pareja, sino también la posibilidad de construir vínculos sólidos, donde el apoyo mutuo y la compañía sean el verdadero refugio en tiempos de incertidumbre.