Tras el devastador terremoto de magnitud 7.6 que sacudió Japón el día de Año Nuevo, cientos de residentes en la pequeña ciudad de Shika se enfrentan a largas filas frente a la alcaldía en busca de los seis litros de agua asignados por persona.
La red de agua potable resultó dañada en varias ciudades de la península de Noto, dejando a muchos sin acceso a este recurso esencial.
Tsugumasa Mihara, de 73 años, describe sentirse impotente y relata la experiencia de despertar abruptamente por el fuerte temblor. A pesar de daños leves en su hogar, como platos rotos, destaca la dificultad relacionada con la falta de agua potable en Shika y otras áreas afectadas.
El sismo, seguido por cerca de 150 réplicas, ha dejado hasta ahora un saldo provisional de 50 muertos. En Wajima, una ciudad costera al norte de Shika, un barrio entero de casas de madera fue destruido por las llamas, exacerbando los desafíos de acceso para los servicios de emergencia.
Las carreteras dañadas y bloqueadas complican la labor de los equipos de rescate, mientras los residentes hacen fila en supermercados en busca de suministros escasos. Algunos comercios han cerrado sus puertas, y la evacuación es una realidad en diversas áreas.
En medio de la adversidad, la solidaridad se manifiesta con obreros trabajando para reparar infraestructuras, y la población hace frente a la escasez con resiliencia. Yuko, una mujer de 58 años, destaca la importancia esencial del agua en estos momentos críticos.
A pesar de las pérdidas y las dificultades, la comunidad se mantiene firme. Akiko, una mujer de 46 años, comparte su experiencia de temor por la vida durante el terremoto y la posterior situación de su familia, durmiendo al aire libre tras la inclinación de la casa de sus padres. A pesar de todo, Akiko enfatiza la necesidad de seguir adelante y enfrentar el futuro con determinación.
La reconstrucción y la solidaridad marcan el camino hacia la recuperación en esta comunidad japonesa afectada por el inesperado comienzo del año 2024.